11/26/2014

PLATON Y SOCRATES




El intelectualismo socrático o intelectualismo moral socrático 

Es aquel que identifica la virtud como elconocimiento. Según Sócrates, bastaba el conocimiento de lo justo (la autognosis) para obrar correctamente. Según esta doctrina, las malas acciones son producto del desconocimiento, esto es, no son voluntarias, ya que el conocimiento de lo justo sería suficiente para obrar virtuosamente. Es decir, el intelectualismo socrático es una teoría moral para la que la conducta moral sólo es posible si se basa en el conocimiento del bien y la justicia. Incluso decía que el conocimiento no es algo que se pueda aprender, sino que es algo que ya está adquirido

Tomas Aquino


LA VIDA ES INFINITA.




LA FILOSOFIA DE EL NOMBRE DE LA ROSA 

Entre los problemas teóricos reflejados en la novela, están: la lucha entre el Papado y el Imperio, la rivalidad dominicos-franciscanos en el seno de la iglesia y las tensiones entre la propia Orden franciscana. En efecto, los franciscanos (Orden fundada por san Francisco de Asís) estaban divididos entre “espirituales” (que voluntariamente estaban marginados de la Iglesia oficial), partidarios de la pobreza evangélica inspirada por san Francisco pero fieles a la autoridad de la Iglesia, y “prácticos”, no reacios a la propiedad privada y al poder político de la Iglesia. 




PRINCIPALES FILOSOFOS DE LA FILOSOFIA MEDIEVAL

                                   San Agustín de Hipona

                                  
                       

                                       La obra de San Agustín de Hipona supone la primera gran síntesis entre el cristianismo y la filosofía platónica. Aunque inspirado por la fe, que se confunde con la razón, el pensamiento de San Agustín dominará el panorama filosófico cristiano hasta la aparición de la filosofía tomista, ejerciendo un influjo considerable en la práctica totalidad de pensadores cristianos durante siglos.

                                  San Anselmo de Canterbury

  


                            San Anselmo era originario de Aosta, en el Piamonte, en Italia, donde nació en el año 1033. A pesar de ello es más comúnmente conocido como san Anselmo de Canterbury, al haber sido arzobispo de dicha ciudad durante algunos años, donde murió en 1109. Su educación corrió a cargo de los benedictinos, luego de una experiencia poco afortunada con el primero de los profesores a los que fue encomendado, al no haberle sabido transmitir el aprecio por los estudios.
Santo Tomás de Aquino


(1225 - 1274)



                       La obra de Sto. Tomás de Aquino es el resultado de la síntesis de           la filosofía aristotélica con la tradición filosófica y teológica del cristianismo y, en cuanto tal, representa el momento cumbre de la Escolástica cristiana. Surgida en un entorno polémico, suscitado por el desarrollo del averroísmo latino, se irá, no obstante, imponiendo paulatinamente, hasta ser aceptada por las altas jerarquías de la Iglesia.


LA NAVAJA DE OCCAM

                   Principio de razonamiento formulado a finales de la edad Media, por Guillermo de Occam, también conocido como principio de economía de parsimonia o simplicidad.
Significa que no se deben multiplicar las causas, las hipótesis en un razonamiento: Un raciocinio basado en premisas menos numerosas y más sencillas es más verosímil. Cuanto menos se supone, mejor. Es decir, entre dos explicaciones igualmente satisfactorias, la más simple es, probablemente, la acertada. Este principio y otras ideas de Ockham inspiraron, siglos más tarde, el nacimiento del método científico. El principio de parsimonia es pues la expresión del sentido común, y su aplicación no debería plantear problema. Sin embargo, los desacuerdos surgen a la hora de definir la noción de sencillez de una hipótesis. En efecto, los hábitos de pensamientos y las creencias determinan en gran medida lo que una persona está dispuesta a considerar sencillo.
Resumiendo que de varias posibles hipótesis que explican un hecho siempre debo quedarme con la más sencilla, ya que las anteriores se suponen que son más difíciles de que ocurran. Ej: Pongámonos en la situación de que tras un comida, varios de los comensales que tomaron un determinado plato, tuvieron vómitos y dolores de tripa.
Lo más probable es que uno de los ingredientes de ese plato estuviese malo.
También se podría suponer que alguien antes los había envenenado y lo había puesto en dicho plato para que solo enfermasen las personas que el quería y que sabía que ese plato les encantaba.
Pues nos quedaríamos con la primera ya que es la más sencilla y tal vez la que posee una mayor probabilidad de que haya ocurrido.

El amor en la Edad Media


El amor en la Edad Media.
El amor no ha sido interpretado siempre como lo es hoy en día. Novelas y películas sobre otras etapas históricas nos tienden a llevar hacia la idea de que las relaciones amorosas entre personas han tenido siempre una base similar y esto, claramente, no es así. En esta materia somos claros deudores del Romanticismo, que transformó la forma de interpretación de este tipo de sentimientos e, incluso, los sentimientos en sí. Pero, entonces, ¿cómo se vivía el amor en la Edad Media?
Lo primero que hemos de entender es que la visión del hombre medieval hacia el amor queda determinada, desde un primer momento, por la imagen negativa de la mujer y el sentimiento de pecado que impregna todo lo que tenga que ver con ésta. De esta manera, el verdadero sentimiento elevado, el verdadero amor, sólo se transmite por la amistad entre hombres ya que, según la concepción de la época, éstos son los únicos seres totalmente completos y capaces de expresar este tipo de emociones.
Sin embargo, en el siglo XI se desarrolla una auténtica revolución, confiriendo un enorme refinamiento e importancia al amor entre hombre y mujer: es el conocido como “amor cortés”, que se desarrollará en los ambientes aristocráticos. La mujer se convierte para el amante en un ser inaccesible, culmen de todo tipo de valores del género femenino. Este tipo de amor que es, además, de tipo adúltero, ya que según la concepción de la época este sentimiento era algo totalmente ajeno al matrimonio e, incluso, negativo en el caso de que existiera. Esta nueva concepción toma, además, una forma similar a la relación de vasallaje que rinde un siervo a su señor. De esta manera el enamorado presta juramento de amor a la dama a la que presta sus atenciones y muestras de cortesía.
El amor en la Edad Media.
Pero, pese a que este tipo de amor puede parecernos, en cierta manera, muy similar a la concepción que se tiene de este tipo de sentimientos en la actualidad la realidad es bien distinta. El “amor cortés” es una construcción cultural, una forma de competición entre los hombres para conseguir una mujer, que, en la concepción de la época, es poco más que un trofeo. De todas formas, dicho amor casi nunca llega a consumarse y vemos, incluso, como los señores de algunas casas nobiliarias fomentan que los “jóvenes” (caballeros que aún no han contraído matrimonio) rindan honores a sus propias esposas, participando, así, en este tipo de “juego“.
En definitiva, más que de auténtico amor, nos encontramos ante un tipo de comportamiento derivado por el desarrollo cultural del período. Poco más que una competición o distracción propia de esta etapa que, aunque posteriormente dará lugar a producciones tan bellas y elevadas como el Roman de la Rose, poco tendrá que ver con los verdaderos sentimientos de los hombres de la época.

LA MUJER EN LA EDAD MEDIA


El principal problema que nos encontramos a la hora de definir la Historia de las Mujeres en la Edad Media, es su ausencia en las fuentes escritas, por lo que no es fácil rastrear sus actividades diarias, sus posicionamientos o pensamientos sino que lo poco que sabemos es a través de los escritos masculinos.

Por eso hay que ser cuidadosos a la hora de tener o no por válida la imagen que los clérigos, los únicos que sabían escribir, dan sobre la mujer. A pesar de esta dificultad, hoy en día conocemos a grandes figuras como Leonor de Aquitania, Juana de Arco o Christine de Pisan, así como muchos elementos de su vida cotidiana: podemos conocer qué comían, a qué se dedicaban, cómo cocinaban, qué vestían, etc.

Es realmente difícil determinar si hubo una evolución o un retroceso en la situación de la mujer en la Edad Media. Fueron diez siglos en los que la sociedad, la cultura y las costumbres sufrieron muchas variaciones. Por ejemplo, España comenzó el siglo VIII con tres religiones conviviendo: la judía, la musulmana y la cristiana, que son, además, tres formas distintas de pensar, entender, definir y construir a la mujer.

Si avanzamos en el tiempo, nos encontramos con una Europa - incluida España- cristiana, en la que la Iglesia va tomando poco a poco parcelas de poder; entre ellas, las referidas a la moral. Este orden se ve reforzado por un sistema social muy rígido, marcado únicamente por el nacimiento, donde las diferencias de clase son claras. Estos dos elementos, junto con la proliferación de obras que tratan sobre el carácter femenino, definirán la posición de la mujer a lo largo de la Edad Media.

La Iglesia tenía reservadas para la mujer dos imágenes que pretendía instaurar como modelo en una sociedad cada vez más compleja, que había que dirigir con mano de hierro si se quería controlar. La primera de ellas es la de Eva, que fue creada con la costilla de Adán y propició la expulsión de ambos del Paraíso. La segunda es la de María, que representa, además de la virginidad, la abnegación como madre y como esposa. Ambas visiones pueden parecer contradictorias pero no es sino la impresión general que tenemos de la época: lo ideal frente a lo real.

Ligado directamente a este aspecto, y teniendo en cuenta que la virtud más importante para la mujer es la castidad, la cuestión de la sexualidad es ampliamente tratada por el clero. Entorno a ella surgen distintos debates que siempre concluyen en el mismo punto de exigencia para la mujer: despojar al acto sexual de todo goce y disfrute para entenderlo como un deber conyugal, que tiene como objetivo la procreación. Es por tanto, sólo posible dentro del matrimonio y con el esposo, no estando permitida para la mujer, bajo pena de escarnio y muerte, las relaciones extramatrimoniales ni adúlteras. Lo que aún crea debate para los historiadores es si entre los matrimonios, y por tanto en la práctica sexual, existía o no el sentimiento de amor y si fuese así, qué sentido y dimensión tendría.

Pruebas a posteriori para la demostración de la existencia de Dios

          Santo Tomás consideró que el argumento puramente racional que intenta llegar a la existencia de Dios a partir de la comprensión de la noción de Dios (argumento ontológico, a veces llamado “a priori”) no era adecuado pues no se corresponde con las facultades cognoscitivas humanas. Este filósofo opina que la ciencia debe partir de lo que es más cognoscible para nosotros a lo que es menos cognoscible, aunque en sí mismo sea más inteligible o racional. Dado que el mundo que se ofrece a los sentidos es más cognoscible para nosotros que las realidades puramente inteligibles, debemos partir de ese mundo si queremos demostrar la existencia de Dios. El punto de partida de Santo Tomás es razonable: si Dios ha creado al mundo ha tenido que dejar en él alguna huella o sello particular, del mismo modo que la obra de un artista manifiesta de algún modo las peculiaridades de su autor. Ya San Pablo había sugerido que Dios se manifestaba en el mundo y que podíamos fijarnos en éste para llegar a su existencia.
         Las pruebas de Tomás de  Aquino (las Cinco Vías) son demostraciones a posteriori: parten de los efectos de la actuación de Dios en el mundo para remontarse a Él como causa última. Es verdad que no nos permitirán un exhaustivo conocimiento de su esencia –imposible dada la limitación de nuestra naturaleza– pero sí suficiente como para mantener racionalmente la existencia de Dios.